La Claridad, de ojos tan luminosos como cotillas, ha vuelto a entrar por mi ventana aun sin llamarla, y ha curioseado las superficies de casi todo lo que pende en el pequeño recinto de paredes "goteladas" que suelo recorrer tan a menudo. Lo ha hecho con prudencia (astuta y vieja claridad), pero la he visto, y me ha despertado con el roce de sus manos brillantes. Y, aun cuando los ecos del último rif de la guitarra de Fito no han abandonado mi cabeza desde ayer, no sé ni cómo ni por qué, ha hecho que me levante, me duche, desayune y me siente, dispuesto frente al ordenador como si la misma máquina me hubiese llamado; estoy seguro que no lo hizo, pero a veces tengo la sensación que estoy equivocado y sí que me llama, en un idioma sutil y atrayente; no me preguntéis desde cuando tengo el
don de entender esta regla tácita entre ambos, pero es así. Y heme aquí, enfrentado a la página en blanco que todo escritor conoce bien, como si fuera un pariente cercano que viviera al otro lado de la casa.
"Buenos días MiánRos" me suelta al verme frente a ella; además de limpia esta página en blanco es educada a la par que paciente, y espera que la cuide y la dote de emociones y vida, vistiéndola con frases para no sentirse desnuda ante ti, lector. No obstante la miro y no sé el vestido que he de escoger esta vez; ¿acaso mi musa se ha ausentado unas horas? Debería, sí; también tiene derecho pues es domingo y todo el mundo necesita descansar aunque seas diosa o musa... creo que yo también lo haré. Descansa musa mía, quizá mañana tengamos más trabajo que ayer...
MiánRos
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