martes, 17 de noviembre de 2009

ABRAM. EL NUEVO CONDE DE LOS VAMPIROS. Todo está oscuro, nada incita a pensar que es lunes. De pronto, una veintena de fluorescentes se activan a plena potencia, todos menos uno; El Tuerto, que se enciende y se apaga, se enciende y se apaga... revelando las formas que permanecían dormidas a ambos lados del corredor.
El murmullo vuelve con la luz.
─Este es un buen lugar. Por aquí pasan muchas jovencitas...
“Sí, lo es. Pero ya nada será igual.”
─¡Calla, Mentemía!
“Cuándo vas a convencerte de que te apresaron. Nunca escaparás. Estás encerrado de por vida.”
─¡Incrédulo! Mis antepasados y hermanos vampiros vendrán y me sacarán de aquí; pero mientras esto suceda, hay que alimentarse.
“Jamás vendrán. Todos están encerrados como tú; hay cientos... yo los vi. Los metieron uno por uno en las celdas. Celdas pequeñas e incómodas como la tuya.”
─Sí que lo harán. Aparecerán tarde o temprano. Soy Abram, El Nuevo Conde de los Vampiros, y por El Gran Roble y la promesa que juré bajo su sagrada sombra, que acudirán a mí.
“Estás rayando la locura. El encierro te trastorna.”
─¡Calla!
“No, no puedo callar mientras no admitas que no eres conde de nada.”
─¿Y las víctimas? Cientos de ellas cayeron a mis pies bajo la violencia de mis colmillos; el Roble es testigo...
“Lo soñaste.”
─¡De eso nada! ¡El Roble creció y extendió su copa de hojas gracias a las jovencitas que yo le entregué!
“Nada de lo que dices existió realmente.”
─¡Noooooo...! ¡No quiero oírte! Me enfrenté sin miedo a la joven de manos y ojos gigantes sin desfallecer...
“Ella fue la que te encerró.”
─¡¡Noooooooo...!!
“¡Sí! Y otra, tan grande o más que ella, y de su misma raza, te condujo hasta aquí.”
─¡Mientes!, no fue así.
“Sí que lo es... ¡Y estás perdido!, lo quieras o no. ¿Quién se atrevería a sacar de aquí a un Conejo-Raro como tú?”
─¡Calla, te digo! ¡No soy un Conejo-Raro! ¡Es un disfraz para cazaaaarrrr!
“Estás ridículo.”
─¿Por qué me haces esto? ¿¡POR QUÉ ATORMENTAS MI CABEZA DE ESTA MANERA!? Aún conservo el sabor de la sangre en mi reseco gaznate... Y seguirá así si no logro aplacar tu voz. Ahuyentarás a mis niñas, mis tiernas presas, y entonces ya no podré cazar; harás que me sienta inútil de verdad. Terminarás ablandándome, Mentemía.”
“Chss... Silencio. Alguien viene.”
Abram olvida por un momento la trifulca y se relame sólo de pensar en la cercanía de un jugoso cuello que poder morder; hace semanas que no come.
Los pasos se intensifican y se acercan.
La suerte parece aliarse con el vampiro. Las pisadas se detienen cerca de él.
Abram descubre su presa, y la zona tierna donde abalanzarse; consigue encharcar de sangre su imaginación con la proximidad del festín. Ahora es el momento, piensa.
Pero de repente, es incapaz de moverse, pues su futura víctima mueve los ojillos y le ve.
─Mamá, ¿puedo llevarme este conejito de colmillos largos? ─pregunta la niña.
─¿Éste? ─La madre coge la súper colorida caja de cartón, y observa la silueta del interior apresada e inmóvil tras el plástico transparente. No parece gustarle lo que ve y arruga el gesto; no tarda en bajar la vista hacia su hija─. Es un Conejo-Raro... ¿No prefieres mejor este puzzle de ovejitas? ─señala.
La niña levanta los ojos.
─Bueno, vale ─murmura sin pensar. Es aún joven y fácil de convencer.
La madre le baja el puzzle y se lo da; enseguida las dos echan a andar.
Vuelve el silencio, y con él, el triste desconsuelo de todos los muñecos “No Escogidos” inunda el corredor, pero esas emociones, ésas precisamente, nadie las llegará a escuchar...
¡Un momento! Creo que hay un sentimiento más activo que todos los demás. Y si no me equivoco, proviene de aquella caja súper colorida que la mamá volvió a dejar en la estantería.
¿Abram?
Sí, es él.
“Te lo dije, eres un Conejo-Raro, Abram. Vete haciendo a la idea de que nadie te sacará de aquí.
Tus hermanos vampiros están encerrados como tú... ¿sabes ya lo que significa Encerrados?”
─No empecemos otra vez... Mentemía, por favooooooorrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr...

Las horas pasan y la oscuridad regresa al corredor.

*****

De repente, El Tuerto se enciende, se apaga, se enciende... guiñando el ojo a sus hermanos. Nada incita a pensar que es martes...
MiánRos (Quedan reservados todos los derechos sin permiso de su autor)

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